Lección de la visita a un ETCR

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Tuve el privilegio de visitar el ETCR de Llanogrande no muy lejos de Dabeiba Antioquia, con directores de varias fundaciones invitados por Naciones Unidas.

 

Volamos 30 minutos entre riscos y montañas de una belleza alucinante, cubiertos de un plácido manto de nubes blancas. Lo primero que observé fue el campamento del ejército.  Como soy amante de la fotografía pedí poder visitarlo: ¡qué muestra de orden, disciplina y buen cuidado! Tiendas de campaña con lo mínimo, impecables, cocina reluciente y esos compatriotas erguidos y serios pero serviciales. Sacrificados  y ahora convertidos en guardianes de un intento de paz naciente, me hicieron pensar en lo poco que necesitamos para vivir dignamente.

 

Pasamos por una especie de frontera donde está la caseta de la policía, bien puesta como un retén entre un mundo de ayer y uno de hoy donde se siente un nuevo camino. Al ETCR se le ve la mano de amor. En el costado izquierdo sobresale una casa más grande: la escuela donde asisten niños de los excombatientes pero también de las cercanías. A la derecha se ven sembrados medianos seguidos por una cancha de fútbol.

 

En el  ETCR me  topé con un bello niño moreno de unos 5 años, con ojos grandes y vivos  que  me extendió su mano. Me acompañó todo el recorrido.  -Soy Pedro- me dijo. Estaba intrigado con la visita y orgulloso de mostrar su entorno.

 

En un salón comunal escuchamos, respondimos preguntas, opinamos e hicimos promesas de acompañarlos en su esfuerzo. Fue delicioso el almuerzo típico bien condimentado, elaborado con productos locales, pero mejor aún fue respirar tanta tranquilidad y paz. Niños bien alimentados jugando, policías, militares, civiles y exguerrilleros conviviendo.

 

Pregunté por la cancha de fútbol y nos contaron de su adoración por el deporte.  Nos invitaron a sus olimpiadas donde se enfrentan miembros de la policía y del ejército con los exguerrilleros en divertidos partidos, animados por familiares y visitantes. Pedro tenía una respuesta para todo y me pregunté cuál sería su futuro, ¿será técnico? ¿agricultor? ¿militar? ¿o…?

 

Fue una exitosa visita -quizá con  más promesas que realidades-. Pedro me acompañó hasta la salida del campo y le pedí permiso de tomarle una foto con sus familiares, él me miró de una manera que nunca voy a olvidar, lleno de vida, esperanza y sueños.

 

Al alzar vuelo el complejo se fue volviendo más pequeño .Y cuando ya era un punto perdido en la cordillera pensé: -estuve en una diminuta Colombia en la que  militares, policías y exfarc viven en paz. Compiten a través del deporte y los hijos van a una misma escuela. Se nutren desde el inicio, se alimentan bien y estudian-.  

 

En mi interior estaba seguro de que otros dos puntos más diminutos- los ojos negros de Pedro- miraban el cielo. Fue agridulce, tuve tristeza y esperanza. Pensé en mis hijos que por suerte han tenido oportunidades. Me pregunté si los colombianos unidos como pueblo tendremos la compasión, la decisión y la voluntad de ocuparnos de TODOS los niños de esta patria, de NUTRIR y de EDUCAR a todos los Pedros de tantos puntos perdidos de nuestra geografía.

 

En el regreso, un compañero de vuelo me dijo que era una pena saber que ha habido casos en que los fondos destinados a la nutrición infantil se han  perdido en marañas de ineficiencia y corrupción. Entonces, súbitamente desperté, vi la ciudad que se hacía grande y me di cuenta de que estaba de vuelta. 

 

Hoy me salva recordar la mirada de esperanza en los ojos de Pedro.

 

 

Gonzalo Restrepo, Presidente Junta Directiva Fundación Éxito

 

No es minga, sino mingao, lo que se toma en Vaupés

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Un niño indígena menor de dos años recibe el mingao como un dulce. Es refresco a base de yuca al que se añade por ejemplo una jugosa piña para convertirse en la bebida ideal que marca el inicio del día, la que se ofrece a las visitas o se espera en las comidas.

 

Las termitas manivaras son polifacéticas en la cadena alimenticia, porque no se limitan a la labor de dispersar generosa y laboriosamente semillas para asegurar la diversidad de tantos campos húmedos y selváticos en el Vaupés. Ellas que son uno de las 12.580 especies de himenópteros del mundo, avanzan firmemente para cumplir un papel protagónico en el Plato Saludable Colombiano, hecho a la medida de este departamento. Cuando las manivaras se juntan con casabe y se acompañan con unos sorbos de mingao, el contenido de hierro y de proteínas podría alimentar como ningún otro “casado” típico de la región.

 

Un niño indígena menor de dos años recibe el mingao como un dulce. Es refresco a base de yuca al que se añade por ejemplo una jugosa piña para convertirse en la bebida ideal que marca el inicio del día, la que se ofrece a las visitas o se espera en las comidas.

 

Los grupos indígenas que son mayoría en este departamento, han conservado vivas sus tradiciones y creencias y tuvieron la oportunidad de redefinir el mencionado Plato, al estilo, sazón y sabor del Vaupés, con la institución Sinergias, la Fundación Éxito y el ICBF.

 

En esto consiste el esplendor del mingao y el que las manivaras dejaran de desfilar con bajo perfil en los subsuelos amazónicos para exhibir su contenido proteínico y de hierro muy recomendable para prevenir la anemia, al lado de anfibios, reptiles, gusanos e insectos que son fuente de nutrientes naturales y altamente protectores.

 

El trabajo de deliciosa conversación y profundo respeto con 38 familias indígenas de comunidades como la Wacara o Bocas del Yi destapó otra olla: resulta que a los niños de Vaupés sí les gustan los fríjoles y el arroz –contrario a lo que se creía-  era cuestión de afinar la forma de prepararlos. Y aunque ha sido legendaria la capacidad humana de descubrir maravillas con el método del ensayo y el error, el tiempo es oro cuando de alimentar niños se trata, sobre todo si tienen deficiencia en su crecimiento justamente por no recibir nutrientes adecuados en los primeros años de vida o por no saber cómo mezclarlos, cocinarlos y degustarlos mejor. 

 

Por eso los indígenas celebran sinceramente el que los “alimentos de los blancos”  como ellos los denominan, estuvieran en la lista pero con instrucción de preparación y disfrute. Por supuesto el hecho de darles cabida a sus ingredientes propios, reviste con especial atractivo a esta construcción colectiva. Con un diálogo así de inclusivo, avanza el ejercicio de construir el nuevo Plato que será guía y referente para que todos los grupos de alimentos queden representados en la buena mesa vaupense.

 

Luego de un año completo de acompañamiento en esta construcción, apareció la cereza en el postre: la mejoría posterior a la segunda medición de talla y de peso de los niños de  las comunidades  incluidas en este trabajo, dado que la desnutrición crónica bajó un 8,7%. Un indicador que abre sin duda el apetito de quienes imaginamos a nuestra niñez colombiana creciendo sana y feliz en cada rincón del país. Si al reivindicar los frutos de cada tierra y promover la colaboración en el arte culinario entre etnias, cruzando ríos a falta de carreteras, logramos que los niños recuperen la talla para su edad, sí deberíamos parar en todos los departamentos para brindar con mingao. 

 

Gonzalo Restrepo, Presidente Junta Directiva Fundación Éxito

 

Están con los del sí y con los del no, pero nada que los vemos

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  • En la primera infancia lo esencial lo necesitan todos y si lo reciben, sería equitativa la forma de asumir individualmente su progreso, en igualdad de condiciones.

 

Juan** nació e intenta crecer en Mosquera, Cundinamarca donde ganó el No en el Plebiscito sobre los acuerdos de paz. Pedro* nació e intenta crecer en Uribia, La Guajira, donde la mayoría dijo que Sí refrendaba lo acordado. Al norte donde vive Pedro, el ambiente es de costa húmeda y de altas temperaturas al nivel del mar. En el centro donde vive Juan la constante es que en el día más seco, también puede llover, en una altura superior a los 2.500 metros. Son dos regiones diferentes en muchos sentidos. Pero Juan y Pedro, dos niños menores de dos años, viven en las mismas. 

 

Hoy reciben los nutrientes que requieren, luego de pasar parte de sus primeros meses de vida sin poder disfrutarlos; sus mamás no tuvieron suficientes controles prenatales, para sus familias es limitado el acceso a los servicios de salud y ambos nacieron con bajo peso. Los dos tienen desnutrición crónica. La atención que están recibiendo se enfoca en que recuperen a tiempo la talla que deben tener según su edad, para ver si de pronto así el cerebro, que es el más afectado –pero no se ve-  se alcanza a desarrollar, porque la ciencia dice que esto pasa en un 75% justo en los mil primeros días de existencia.  

 

Niños como Juan y Pedro padecen los efectos de las decisiones que toman los adultos que los rodean en Uribia, Mosquera y en todo el país; son quienes sufren o disfrutan las consecuencias de sus acciones u omisiones. Están altamente comprometidos e inmersos en carne y hueso, en cuerpo y alma, presentes, impactados, afectados y sobre todo impotentes, porque como lo dice la Convención de los Derechos de los niños adoptada por las Naciones Unidas y aprobada por Colombia - Ley 12 de 1991-, el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento”. Así que ellos siguen en el medio, con la corresponsabilidad del Estado, la familia y la sociedad, a medias.  

 

Juan, Pedro y miles de niños están en la intersección de los que piensan a, los que sienten b, los que opinan c; están, entre montañas, playas, sabanas o valles, pero parece que sólo los vemos para contarlos: se vuelven cifras desgarradoras. Porque si los viéramos, en su condición de seres humanos menores de edad, sería más evidente lo mucho que sufren los vaivenes del mundo adulto donde se discute de casi todo, pero casi nunca sobre lo que ellos necesitan hoy, para que su presente sea digno, y su mañana mejor.  

 

A tiempo, con cosas tan naturales pero absurdamente ausentes como alimentos nutritivos, agua, afecto, cada nueva vida tendría cómo desarrollar su potencial. En la primera infancia lo esencial lo necesitan todos y si lo reciben, sería equitativa la forma de asumir individualmente su progreso, en igualdad de condiciones. Ahí es donde está el punto de encuentro, la inigualable oportunidad de invertir con el máximo retorno, y si no desaparece ningún peso, los réditos se evidenciarían en una sociedad con generaciones cultivadas para aprender, amar, discernir, escuchar, entender, proponer; y no para defenderse, atacarse, señalar o reclamar. Lo que se hace a tiempo y bien por un niño, es bueno para él, para su familia y para el país. Mejor sembrar para recoger.   

 

Gonzalo Restrepo, Presidente Junta Directiva Fundación Éxito

 

**Historias reales, nombres ficticios.

 

 

Por los niños: 4 x 4 da cero

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Es tiempo para que la sociedad, la familia y el Estado cumplamos, de forma conjunta, el mandato constitucional de proteger nuestra niñez. 

 

Donde come uno, no pueden comer 560 mil niños. Esta es la cifra exorbitante que da cuenta del número de menores de cinco años con desnutrición crónica en Colombia, que no pueden seguir por fuera de la cuenta del Estado. El hambre, junto a otros factores, es determinante social de este mal silencioso: un asunto de salud pública, dado que uno de cada nueve niños no crece ni se desarrolla bien por falta de comida suficiente, agua segura, salud o saneamiento, entre otras falencias de su entorno. Son demasiados niños a la deriva, justo por eso proponemos, desde la causa ‘Gen Cero’, al Gobierno Nacional el camino del ‘4 x 4’, que alude lograr que en cada año de gobierno, se reduzca un punto porcentual la prevalencia de desnutrición crónica.

 

Es el camino más certero para abonar el terreno y llegar al 2030 con este flagelo devastador reducido a cero.

Lograrlo es retador, pero no imposible. En Perú lo están logrando con una estrategia precisa: reconocer la magnitud del problema, establecer una meta nacional, asignar presupuesto nacional y territorial, medir, estimular logros, hacer seguimiento y querer de verdad transformar la realidad de los niños de una vez, para siempre.

En Colombia, tenemos ejemplos que reúnen voluntad política y acciones efectivas. Uno es Monterrey (Casanare), donde el servicio de salud para las mujeres gestantes y niños llega a domicilio, pues las distancias, la falta de caminos y de medios para transitarlos en este extenso territorio los mantenía alejados de los centros de salud. Además, como pocos, desde el 2013 incluye los indicadores de mortalidad perinatal, mortalidad en la niñez, mortalidad materna, cobertura de vacunación y estado nutricional en su sistema de gestión de calidad y control interno para hacer un seguimiento al desarrollo de su población. 

Otro caso es Copacabana, Antioquia, donde el Plan Decenal de Salud Pública pasó del papel a la acción y tiene en jaque indicadores temibles como el bajo peso al nacer, la mortalidad infantil y materna. También en Paipa, Boyacá y en Pacho, Cundinamarca, el trabajo intersectorial marca la diferencia con la articulación de sus equipos sectoriales y los programas y presupuestos bajo el mismo objetivo de lograr el desarrollo integral en las familias y la primera infancia rural. 

Estas iniciativas nos muestran que sumar la voluntad política, reconocer los problemas y su contexto, contar con información de calidad y poner en práctica las valiosas indicaciones que ha construido el Estado, dan frutos que se traducen en bienestar. ¿Cómo decir que no se puede cuando vemos que sí? Con el ‘4 x 4’ tenemos la oportunidad de catapultar a Colombia por ser equitativa y próspera.

Es tiempo para que la sociedad, la familia y el Estado colombiano cumplamos de forma conjunta el mandato constitucional de proteger nuestra niñez. Al clamor de los derechos y la garantía de las leyes, los niños de Colombia merecen que se sumen por ellos quienes hoy pueden decidir por su presente y su futuro, a través del mapa de navegación para este periodo que es el Plan Nacional de Desarrollo y la asignación presupuestal que lo soporta.

 

Gonzalo Restrepo López
Presidente de la Junta Directiva, Fundación Éxito

Niños colombianos merecen un sí

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Es hora de decirles a nuestros niños que sí, que el Gobierno y las entidades del Estado están con ellos.

Perú marca la diferencia con respecto a varios países latinos, pues es el único que logró en solo 8 años bajar la prevalencia en desnutrición crónica 15 puntos porcentuales. Le está ganando al mal silencioso que impide el crecimiento sano de los niños, obstruye su desarrollo y el de la sociedad; le está ganando a la desnutrición crónica.

Para erradicarla en Colombia, la causa Gen Cero invita a aprender de esta experiencia. En el foro de la Fundación Exito ‘El peso de la nutrición infantil en el desarrollo económico’, María Eugenia Mujica, exviceministra de Desarrollo e Inclusión Social de Perú, explicó cómo bajaron cinco puntos la desnutrición crónica en cinco años, durante cinco gobiernos sucesivos, con un compromiso y “liderazgo del más alto nivel político”.

 

Sentaron bases perdurables del trabajo articulado por los derechos de los niños: planearon y ejecutaron. Alentados por la sociedad civil organizada, establecieron una meta nacional, la llevaron hasta los territorios, con voluntad política y asignación presupuestal basada en resultados, garantizaron la medición periódica de indicadores nutricionales con encuestas poblacionales para conocer anualmente los cumplimientos, implementar ajustes y avanzar. Gobernantes nacionales, regionales y locales trabajando juntos por sus niños con responsabilidad patria.

Perú asume la situación nutricional de la niñez como un asunto de salud pública que impacta su desarrollo económico. Su plan de acción tiene enfoque multidimensional: atención en salud, educación, acceso a agua, reducción de la pobreza, empoderamiento de las mujeres. Luchan articuladamente para sacar del anonimato la desnutrición crónica con su callada y fría sentencia para los niños. 

Con perspectiva constructiva, pensamos que es posible que en Colombia los niños desarrollen el potencial de sus capacidades para reducir el rezago que nos aleja de la equidad y del progreso. La criticidad de los indicadores no es obstáculo, existen acciones probadas capaces de cambiar el panorama de la desnutrición aquí, como en Perú. 

Tenemos evidencias científicas sobre el impacto de la intervención integral en los primeros dos años; sobre el efecto de la lactancia materna como vacuna, remedio y alimento; conocemos el éxito de programas de complementación alimentaria con asesoría y apoyo para que las familias adopten hábitos saludables; sabemos que el acceso a agua segura y el cuidado de la salud de gestantes y bebés es garantía de bienestar, y está cuantificado el costo económico y en el capital social cuando los niños crecen desnutridos. Tenemos que enfocar recursos donde ya sabemos que funcionan. 

Entidades estatales, privadas, académicas, organizaciones de la sociedad civil, entre otras, han contribuido para erradicar la desnutrición crónica. Pero si uno de cada nueve niños en Colombia la padece, no bastan acciones individuales. Necesitamos, como en Perú, esfuerzo colectivo: compromiso, continuidad, conexión, oportunidad, focalización adecuada, medición de resultados en la población y seguimiento de implementación de iniciativas. 

A los niños peruanos cinco gobiernos les dijeron que sí trabajarían por ellos al margen de ideologías políticas. En Colombia tenemos oportunidad de que el hilo conductor por la primera infancia siga anudado al Plan de Desarrollo y se inserte en los planes locales del 2019. Es hora de decirles a nuestros niños que sí, que el Gobierno y las entidades del Estado están con ellos. Que con respaldo de la sociedad y las familias, les daremos la talla.

 

Gonzalo Restrepo López
Presidente de la Junta Directiva, Fundación Éxito

Derecho hacia el top of mind

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La cotidianidad de miles de niños colombianos tiene tantas adversidades que sólo alcanzamos a darnos cuenta, algunos días, de algunos de los temibles casos en que sus derechos son vulnerados. En nuestro acercamiento a la población infantil con  desnutrición crónica o con riesgo de padecerla, entendemos que el sufrimiento callado por la falta de alimentos suficientes y calificados, es una violación sistemática a su derecho fundamental a la adecuada alimentación, y por eso la insistencia de que el tema esté sobre la mesa de quienes deben tomar decisiones basados en los principios y leyes para proteger la salud y el bienestar de los niños, considerando que la alimentación de la niñez es mandato constitucional -artículo 44, se incluye en el Código de Infancia y Adolescencia –artículo 24- y en la Ley 1804 de 2016 que establece la política de Estado para el Desarrollo Integral de la Primera Infancia de Cero a Siempre.

 

Como humanidad, hemos descubierto que la palabra oral y escrita tiene un poder innegable que le da a los hechos una trascendencia especial. Desde la invención de la escritura, herramienta de preservación y de comunicación por excelencia, nos dimos cuenta de que los acuerdos y consensos; los adelantos y las grandes  soluciones para asuntos bárbaros o triviales,  adquieren un carácter superior cuando luego de hablar sobre ellos y decidir colectivamente qué es lo esperado, se registran para la posteridad. Así que ha sido una verdadera fortuna el que hayan sido reconocidos, declarados y escritos de manera preferencial los derechos de los niños, luego de descubrir que son sujeto de protección especial dadas sus condiciones de indefensión y vulnerabilidad, y que los adultos son sujetos con responsabilidades ante ellos: Estado, familia y sociedad. Colombia además de reconocerlo como derecho fundamental amparado constitucionalmente, ha ratificado o suscrito  varios tratados y convenios internacionales como es el caso de la Convención sobre los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas del 20 de noviembre de 1989 y aprobada por el Congreso mediante la Ley 12 de 1991, en la que se armoniza el principio que establece el interés superior del menor y se incluye la alimentación en la categoría de derechos a la supervivencia y el desarrollo.

 

El derecho a la alimentación adecuada y suficiente se reconoce ampliamente, está escrito donde debe ser, pero le falta posicionamiento. Las necesidades de los niños exigen que el Estado, la familia y la sociedad tengan en su mente siempre, si sus acciones u omisiones, o sus escogencias y renuncias, consideran el alivio del hambre en la población infantil como prioridad, y no solo cuando las consecuencias de la falta de protección, compasión o interés son irremediables o irreversibles.  No sirve tanto el rotundo rechazo de la mortalidad o la morbilidad materno infantil por causas asociadas a la desnutrición; es más efectivo el tener presentes a los niños que están en riesgo de no crecer sanos y felices, y actuar sin indiferencia, no para hacerles un favor, sino porque es su derecho fundamental y estamos en mora de restablecerlo.

 

Gonzalo Restrepo López
Presidente de la Junta Directiva, Fundación Éxito

Hambre tricolor

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La desnutrición crónica es un mal silencioso. Los niños que la padecen “sólo” muestran una talla más baja de lo que corresponde según su edad y por lo general no se ven delgados; viven una procesión invisible de la que ni siquiera son conscientes, dado que la falta de nutrientes ocasiona un desastre paulatino que limita el crecimiento del cerebro aminorando el desarrollo cognitivo y emocional. Cerca de nosotros ocurren miles de sentencias letales que tal vez no cobren la vida de todos los niños que la sufren, pero sí los deja rezagados para siempre, porque después de los mil primeros días de vida los efectos de este mal son casi irreversibles. Un tema suficientemente grave y doloroso para ser debatido en todos los escenarios de la vida política, económica y social de nuestro país. Pero no es usual, aún.

 

Por eso en nombre de los niños vulnerables de Colombia, aplaudimos y subrayamos los pronunciamientos que se hagan desde cualquier sector para poner el tema sobre la mesa, como ocurrió recientemente en Bogotá donde la administración distrital se refirió a la situación nutricional de la población infantil y los planes de trabajo que está implementando para combatir el problema. Estamos hablando de necesidades apremiantes cuya solución urgente hace parte de los derechos de los niños, luego la discusión es relevante y el hecho de que exista en la capital colombiana inquietud sobre el vaivén de dichas cifras es de resaltar.

 

Las causas para que un niño sufra de desnutrición crónica son bastante evidentes y claramente notorias como para no escucharlas. En Bogotá y en la mayoría de nuestras ciudades capitales y en muchos de los municipios de Colombia suman más de 500 mil los niños con desnutrición crónica, porque les falta una adecuada nutrición, no tienen agua segura, sufren de enfermedades evitables y crecen sin la protección requerida, de acuerdo con los datos de la ENSIN 2015*. Según la información oficial en La Guajira, Magdalena y Cesar se encuentran el 9,4% de estos niños; en Boyacá, Cundinamarca y Meta el 10,7% y en Bogotá el 19,4%, para citar solo algunas. Así que no es un mal lejano que se ensaña en los territorios olvidados de nuestra geografía nacional, tenemos dispersos por toda la nación niños que se debaten entre una vida a medias y un futuro negado.

 

Es necesario que exista de parte de todos los gobernantes planteamientos serios sobre la situación nutricional de su población infantil y sobre todo, las soluciones posibles para los vacíos con los que están creciendo nuestros niños. Debería ser tendencia en la vida real y política la indignación por su dolor y sus carencias. Y tendría que ser objeto de análisis y controversia también en las redes sociales, donde se encuentran las voces y las opiniones de las mayorías con el sorprendente poder de llamar la atención y generar reacciones. Si esto sucediera, las necesidades de los niños dejarían su temible bajo perfil y el poder transformador de la humanidad tendría voz y voto en favor de la primera infancia.

 

Gonzalo Restrepo López
Presidente de la Junta Directiva, Fundación Éxito

*Encuesta Nacional del Estado Nutricional

La niñez en el ‘libreto’

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No hace falta recurrir al cine para tener una imagen anticipada sobre cómo estarán los niños de Colombia que hoy sufren hambre: crecen rezagados, no reciben cuidado ni protección, no pueden estudiar o divertirse. Por eso, como ya esa película es conocida, cientos de abanderados por la niñez colombiana se dieron a la tarea de garantizar que para el ‘estreno’ que tendremos en la Presidencia de la República, los nominados a ocupar el máximo cargo, conozcan la realidad actual de la población infantil que aspiran gobernar y se ocupen de ella a conciencia, si en su nueva proyección quieren hablar de progreso y equidad.

La iniciativa NiñezYa se ha atribuido voluntariamente esta misión. Reúne a más de 100 organizaciones de la sociedad civil para capitalizar el conocimiento de los derechos de nuestra niñez y las múltiples formas de hacerlos prevalecer. Se trata de un equipo interdisciplinario y experto que ha consolidado la información más calificada sobre el estado actual de la niñez para entregarla con total claridad e idoneidad a los candidatos presidenciales. De esta manera se espera que estas prioridades se incluyan en los planes de gobierno de las campañas y luego hagan parte del Plan Nacional de Desarrollo 2018 - 2022, que guiará las acciones e inversiones para una Colombia sostenible y en paz. 

Las voluntades unidas por los niños de una forma más proactiva, permitirá que el desarrollo infantil supere el papel secundario al que suele ser relegado. La insistencia de que esto tiene que cambiar, es la voz unánime de este colectivo al que le interesa representar a la niñez para convertirla ya en la protagonista de las intenciones, pero sobre todo, de las acciones por parte de los aspirantes a dirigir nuestro país. Por eso en el libreto se incluyen cifras, comparativos y estadísticas, sobre realidades que tristemente parecen ficción: el estado de la nutrición infantil, de la educación rural, de la oferta de salud en general y de las poblaciones indígenas en especial, y la lista continúa. NiñezYA plantea acciones impostergables frente a situaciones inaceptables: Son los ¡Ya!, que han sido producto de un estudio riguroso y cooperativo.

En estos tiempos de decisiones, bien vale la pena revisar los programas que tienen visión de futuro, pero con formas concretas para construirlo. Ocuparse de cerrar las brechas de la equidad es una de estas formas y esto se logra trabajando por la primera infancia, la infancia y la adolescencia, que son el presente. Ya, es cuando se deben priorizar sobre todos los demás asuntos, aquellos que conciernen a la protección, garantía, promoción y restablecimiento de los derechos de casi 16 millones de niños y niñas colombianos. Si ellos no están en este rodaje, como sociedad estaremos condenados a un triste y predecible remake.

 

Gonzalo Restrepo López
Presidente de la junta directiva, Fundación Éxito

 

Colombia tiene que crecer

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Decimos con orgullo, muy a menudo, que Colombia es un país de regiones. Expresión útil para referir la riqueza natural y cultural que es diversa y colorida en nuestra nación. Pero la división que la naturaleza usa para recordarnos que nuestra identidad se nutre justamente de las diferencias, tiene que considerarse con responsabilidad y conciencia siempre, y, sobre todo, cuando se trata de encontrar soluciones concretas para situaciones críticas, como, por ejemplo, el estado de la salud y la nutrición de la primera infancia colombiana.

A menudo también, se escuchan aireados reclamos por lo que sucede con la niñez de algunas partes del país, como La Guajira o el Chocó. No, sin razón, son tristes referentes de las tragedias más arraigadas y dolorosas que afectan a nuestros niños. Podemos afirmar, con gran conocimiento de causa, que ante un problema hondo y de tan vieja data, la voluntad del sector privado y la decisión del Estado se tienen que articular para hacerle frente. Es un esfuerzo que exige largo plazo, continuidad, consistencia y respeto total ante las etnias, sus creencias e idiosincrasia. 

Desde la distancia y desde el escritorio no es posible enfocar las causas del hambre o de la desnutrición crónica en los menores colombianos más afectados, como en las poblaciones indígenas o en las rurales. Por eso, en nuestro caso invertimos para acercarnos y conocer la realidad que suele desdibujarse con tanta ligereza. Sabemos que no es suficiente con idear programas nutricionales que incluyen entregas constantes de alimentos o con llevar el mensaje contundente de que la leche materna salva vidas, alivia y protege. 

Sabemos que se requiere más que sensibilidad social para conciliar sin imponer y convencer sin agredir; para entender que querer algo no es lo mismo que creer en algo. Exige también entender el valor del acceso a los servicios de salud, el elemental principio de que los recursos públicos son sagrados y de que ante falencias estructurales, las soluciones tienen también que ser estructurales. Aquí está la base de la desigualdad que obstruye el progreso equitativo del país y ante esto ningún sector puede trabajar solo.

Nuestro diverso y colorido mapa nacional tiene una faceta desafiante cuando el criterio de división es el estado de salud y de nutrición de nuestra primera infancia. Insistimos en que la Colombia que queremos ver crecer, es la que habitan los niños que necesitan crecer mejor. No podemos dejar en gris la voluntad de acción para trascender en la política pública que se orienta al desarrollo económico y social de nuestro país. De tal magnitud es esta situación, que ha puesto a Colombia en el ojo de diferentes organismos multilaterales. 

Temas como el de la desigualdad tienen que dejar de quedar al margen de nuestras discusiones de política pública. Ojalá podamos, por fin, pensar y actuar como una nación capaz de crecer.

Gonzalo Restrepo López
Presidente de la junta directiva, Fundación Éxito

La Elca: el ‘Waze’ para la primera infancia

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La Elca señala que el 64 por ciento de los niños que en el 2010 se encontraban en situación de riesgo o de rezago, siguen en esa misma situación en el 2016.

 

El capítulo de infancia de la Encuesta Longitudinal Colombiana de la Universidad de los Andes (Elca), financiada por la Fundación Éxito, funciona como el orientador confiable que todo aquel que tiene poder en la toma de decisiones de política pública debería conocer y aplicar, si el deseo, claro está, es el de reducir la desigualdad para realmente saber qué es el progreso en nuestra sociedad.

Nosotros, como encargados de liderar la causa nacional Gen Cero, la cual busca lograr la primera generación con cero desnutrición crónica para el 2030, estamos en línea con las evidencias de la Elca, único estudio en Colombia que hace seguimiento a los mismos niños a través del tiempo. Ratificamos que se puede recuperar la baja talla para la edad que es el indicador de la desnutrición crónica en menores de 5 años, siempre y cuando exista intervención oportuna para mejorar las condiciones nutricionales y fomentar el desarrollo cognitivo, pero durante los 1.000 días de vida. No hay después. El rezago que esta condición genera en su desarrollo se puede reducir con una intervención oportuna e integral: tiene que ser inmediata e implica considerar el niño en todas sus dimensiones: las relaciones afectivas, la interacción con sus padres o quienes lo cuidan, las actividades de estimulación temprana y por supuesto la adecuada nutrición. Funciona si se hace así. Señala el estudio que el 36 por ciento de los niños que inician sus vidas con algún riesgo nutricional lograron superar su rezago.

Sin embargo, resulta más que agrio constatar desde esta perspectiva objetiva con fundamento científico, que en Colombia seguimos sin poder bajar a tantos niños que viven en la pobreza, de la ruta que no tiene retorno. La Elca señala que el 64 por ciento de los niños que en el 2010 se encontraban en una situación de riesgo o de rezago, siguen en esa misma situación en el 2016. Lo que empieza mal termina mal, porque en estas condiciones, el hecho de pasar el umbral de los dos años sin los alimentos indicados y suficientes, es la condena para un resto de vida con todos los sin: sin amor propio, sin conocimiento, sin interés social, sin esperanza, sin progreso. La lista puede continuar.

Nos alerta el estudio sobre las brechas marcadas en el desarrollo cognitivo y el estado nutricional, entre los niños del campo y de la ciudad y en función del nivel de riqueza del hogar. Estas brechas se presentan en la primera infancia y permanecen en el tiempo. ¿Cuál es el camino? El más corto, porque implica mayor retorno e impacto, es la inversión en la primera infancia, etapa o momento cuando sí es posible cerrar las brechas, dando un giro certero para evitar la ruta del abismo y los obstáculos, para tomar la vía por la cual los niños logren desarrollar todo su potencial. La Elca nos brinda un sentido de ubicación privilegiado para no perder más tiempo.

 

Gonzalo Restrepo López
Presidente de la Junta Directiva, Fundación Éxito